Muchos entusiastas de la ciencia ficción le tenemos un cariño muy especial a ‘Interstellar’. Basta pasarse por los comentarios que muchos lectores dejasteis en su momento en nuestra crítica de esta película, o bien por los de nuestra publicación hermana Espinof, para darse cuenta de que Christopher Nolan logró calarnos muy hondo con esta historia. Acaban de emitirla una vez más en televisión, y, además, está disponible en varias plataformas de streaming, como HBO Max o Movistar Plus+, por lo que nos parece un buen momento para revisitarla.
No obstante, os proponemos hacerlo de una forma muy especial: recuperando unas declaraciones en las que Nolan explica cómo y por qué ideó el giro argumental más imprevisible que nos propone esta película: el protagonizado por el doctor Mann, el personaje interpretado por Matt Damon. Durante la promoción de la cinta todos los implicados en darla a conocer ocultaron que este actor trabajaba en ella, y lo hicieron con el propósito, precisamente, de no estropear el sorprendente giro en el que estamos a punto de indagar.
Nolan está muy a favor de permitir que el espectador saque sus propias conclusiones
Ya han pasado casi nueve años desde que se estrenó esta película, pero, aun así, ahí va un aviso importante para aquellas personas que todavía no la han visto: en este artículo hablaremos de algunas partes de la trama, por lo que contiene espóileres. Una vez hecha esta declaración de intenciones podemos meternos en harina. Durante su periplo espacial el astronauta Joseph Cooper, el personaje interpretado por Matthew McConaughey; Amelia Brand, la científica encarnada por Anne Hathaway; y el astronauta Doyle, interpretado por Wes Bentley, visitan un planeta al que años antes se había dirigido una expedición liderada por el doctor Miller.
Este extraño mundo acuático orbita muy cerca de un enorme agujero negro al que en la película llaman Gargantúa, por lo que el continuo espacio-tiempo en sus proximidades ha sido curvado de manera que en la superficie de este planeta el tiempo transcurre con un ritmo mucho más lento que en la Tierra. Esta dilatación temporal es completamente fidedigna y refleja con claridad lo respetuosa que es esta película con las leyes de la física. De hecho, la recreación del agujero negro también es extraordinariamente verosímil gracias al asesoramiento del físico teórico Kip Thorne, que tres años más tarde recibió el premio Nobel de física por su participación en el descubrimiento de las ondas gravitacionales.
Después del incidente que acaba con la vida del astronauta Doyle los intrépidos Cooper, Brand y Romilly (este último está interpretado por David Gyasi) se dirigen a un segundo planeta en el que encuentran con vida al doctor Mann, el científico interpretado por Matt Damon. Poco después de dar con él este último se rebela contra ellos e intenta matar inesperadamente a Joseph Cooper, precipitando a los protagonistas de la película hacia un futuro incierto. Este giro resulta sorprendente debido a que en un principio la motivación de Mann no está clara. Esto es lo que nos explica Nolan:
«Es egoísta y cobarde. Este comportamiento es muy humano, y me encanta lo que Matt [Damon] hizo con él. Lo hizo creíble. Este es el tipo de secuencia en la que los espectadores odian al personaje porque hace algo que ellos mismos podrían hacer si se encontrasen en una situación similar. Es algo lógico, y es interesante la forma en que es capaz de racionalizar su propia cobardía para transformarla en algo positivo. La soledad y la desesperación pueden provocar que hagamos locuras».
En esta explicación Nolan nos da las claves que explican el comportamiento del doctor Mann. El planeta en el que se encuentra no reúne las condiciones que necesita el ser humano para vivir debido a que su atmósfera contiene una alta cantidad de amoniaco. Aun así, el miedo a perecer en completa soledad en un planeta extraño le lleva a enviar una señal al espacio con el propósito de que otros seres humanos crean que ese planeta puede ser habitable y lo rescaten. Como es lógico, el temor a ser descubierto le lleva a atacar a los protagonistas de la película. Resulta sorprendente comprobar cómo se las ingenia Nolan para manipular las emociones de los espectadores y colocarnos en la posición en la que quiere que estemos. En el centro del conflicto.
No obstante, cuando vemos ‘Interstellar’ los espectadores no tropezamos solo con este interesante giro argumental; una vez que Cooper supera el horizonte de sucesos de Gargantúa contemplamos atónitos una serie de sucesos extraños que de alguna forma pretenden describir los fenómenos físicos que desencadena el tirón gravitatorio del agujero negro al rasgar el continuo espacio-tiempo. De hecho, este fenómeno de alguna forma permite a Cooper revisitar algunos momentos de su pasado, e, incluso, interaccionar con Murph, su propia hija, cuando esta era una niña para entregarle una información muy valiosa acerca de la naturaleza de la gravedad.
A diferencia de todo lo que hemos visto hasta ahora en esta película esta parte no está respaldada por la ciencia. Al menos no lo está de una manera sólida. Es bastante evidente que en esta trama solo hay unos retazos de ciencia y mucha, mucha ficción. Todo lo que sucede desde este momento hasta el final de la película admite varias interpretaciones, por lo que parece una buena idea recurrir a Nolan para que nos explique qué pretende decirnos. Sin embargo, este realizador se niega a entregarnos un final cerrado:
«Lo único que tenéis que hacer es volver a verla. Está ahí para que saquéis vuestras propias conclusiones. Los espectadores siempre elaboran interpretaciones radicalmente diferentes a la que tengo en mente, pero yo sé qué pretendo y no me gusta que mi visión se imponga a la experiencia que tenéis cuando veis la película».
Es evidente que Nolan prefiere entregarnos un final abierto a la libre interpretación en detrimento de una trama completamente encorsetada que no brinde a los espectadores la oportunidad de reflexionar y sacar sus propias conclusiones. Es su decisión, y, por supuesto, es tan respetable como la de los realizadores que se decantan por proponernos una trama cerrada. De hecho, podemos encontrar esta misma filosofía en otras películas de su filmografía, como ‘Origen’ o ‘Tenet’, que, a pesar de contar con algunos asideros científicos no dudan en dejar atrás la verosimilitud para invitar al espectador a sumergirse en sus propias reflexiones.